Introduccion

Estimado lector:
En estas páginas encontrará algunos cuentos cortos y otros pequeños relatos. Espero que sean de su agrado.
DR.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Una eternidad

          ¡Un segundo para el usuario puede ser una eternidad! -dice Carlos, mi jefe. Soy programador. Conozco varios lenguajes pero me especializo en Perl. Modestamente, soy bastante bueno. Y, sin modestia, soy uno de los mejores. La empresa para la que trabajo desarrolla software para teléfonos móviles. Para ellos programo en Java. El juego tarda un poco en cargarse en el celular de prueba. Cinco segundos de más. El celular está mal -le digo a Carlos. Fue chequeado hace 15 días -me responde como si no supiera que en dos semanas de prueba tras prueba el sistema siempre se altera. Voy a demostrarle una vez más como se vuelve a configurar el teléfono. Aprovechando el acuerdo que tiene la empresa con la compañía telefónica, llamo y consigo un turno especial para dentro de 15 minutos. Carlos me dice algo pero justo suena la bocina del tren. Nuestra oficina esta pegada al cruce ferroviario y la campana ya nos tiene loco a todos. Pero nadie pide el traslado porque siempre el ruido es una buena excusa para los errores que provoca la pérdida de concentración. El silencio vuelve y escucho la palabra “eternidad”, así que puedo deducir la frase completa. Me río cruzando la mirada con mis compañeros. Así pasan los segundos, minuto a minuto, hora tras hora, día tras día.

          ¡Un segundo para el cliente puede ser una eternidad! -repetía insistentemente Carlos a Cesar mientras chequeaba cómo se ejecutaba su programa. Mis compañeros y yo creemos que no es más que una arenga capitalista. Porque eso no tiene sentido. Un segundo es un segundo. Nada más. Con ese criterio siempre perdemos el tiempo en todo momento. Si esperamos la luz verde del semáforo perdemos treinta segundos. Mientras esperamos el colectivo perdemos 600 con suerte. Y si en un vehículo vamos a la velocidad permitida... ni hablar. El tiempo subjetivo es relativo. Así es como -por ejemplo- una persona que se salva de un accidente dicen que ve pasar su vida en un segundo.

          A veces -jugando mentalmente en la oficina- imagino cómo sería mi vida editada en ese segundo. Sería así: Un beso de mi madre. Un abrazo de mi padre. Los chicos de la salita naranja. Un abrazo con mi mejor amigo. El tobogán de la plaza. Mi primer computadora como regalo de navidad. Un juego de mesa rodeado de amigos del secundario. Mi primera novia. El primer beso. El momento que le pedí casamiento a mi mujer. Cuando dije sí en la iglesia. Mi mujer acercándose para el beso. Ya está. Son doce imágenes en 24 cuadros por segundo. Si la imaginación es gratis... ¿por qué no imaginarlo en formato de cine?

          Dale apurate -me ordena Carlos mientras me da el celular- traelo como nuevo. El cruce lo conocemos de memoria. Suena la campana, esperamos, pasa el tren, cruzamos, una cuadra mas y allí esta el pequeño local oscuro del servicio técnico. A veces está bueno tomar un poco de aire fresco. Suena la campana, entonces espero, pasa el tren y cruzo. Escucho otra bocina larga, giro y me encuentro con el otro tren que viene por la segunda vía. Perplejo, solo atino a recordar la cara de Carlos diciéndome “un segundo puede ser una eternidad”.